miércoles, 30 de mayo de 2012

Mitos acerca de los Libros Perdidos del Nuevo Testamento

Existe cierto número de mitos populares acerca de estos supuestos “evangelios perdidos” los cuales no se encuentran en el Nuevo Testamento. A continuación presentamos una respuesta a esas equivocaciones generales.
Mito # 1: Los Evangelios Perdidos deberían estar en el Nuevo Testamento.
Contrario a las afirmaciones de algunos, no existen cientos de evangelios que fueron escritos acerca de Jesús en el 1º siglo. La Iglesia primitiva solo tuvo acceso a cuatro Evangelios en el 1º siglo: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Esta es la razón por la que sólo hay cuatro Evangelios en el Nuevo Testamento. El simple hecho es que no existió ningún evangelio en el 1º siglo diferente a los mencionados anteriormente.
Aún más, el criterio que la Iglesia temprana usó para descubrir cuáles libros eran de Dios, incluyó lo siguiente:

  1. Apostolado: ¿Fue un libro escrito por un apóstol o asociado de un apóstol de Jesús?
    1. Este fue el criterio principal para permitir que un libro estuviera en el canon de la Escritura. Si un libro fue escrito por un apóstol o un asociado de un apóstol —como por ejemplo, Marcos estuvo asociado con Pedro y Lucas con Pablo— entonces el libro podría estar en el canon. Un apóstol era alguien que había visto a Jesús resucitado y quien había tenido una comunión intima con Jesús (1ª Corintios 9:1: “¿No soy apóstol? ¿No soy libre? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor?”). Sin embargo, si el libro fue escrito unos 100 años después del tiempo de Jesús —como es el caso de la mayoría de los Evangelios Gnósticos incluyendo el Evangelio de Tomas, el Evangelio de Pedro, etc.— entonces, tales libros no fueron obviamente escritos por un apóstol y no deberían estar en el canon. El ultimo apóstol que vivió fue Juan, que murió alrededor del 100 d. C. Cualquier epístola escrita después de ese tiempo no era definitivamente apostólica.
  2. Consistencia: ¿Estaba el libro de acuerdo con los escritos originales?
    1. Otro criterio utilizado fue si tal o cual libro estaba de acuerdo con los libros originales del Nuevo Testamento. Por ejemplo, el Libro de Santiago fue cuestionado porque hubo algunas dudas de que el mismo estuviera de acuerdo con los escritos de Pablo; por ejemplo, con Romanos y Gálatas. Nadie cuestionaría seriamente si Pablo realmente escribió un número determinado de epístolas como Romanos, 1ª y 2ª Corintios, Gálatas, Filipenses y 1ª Tesalonicenses. Curiosamente, si no tuviéramos el resto de libros del Nuevo Testamento, probablemente podríamos establecer la mayoría de nuestra doctrina Cristiana fundamental ¡sólo con el libro de Romanos!
  3. Universalidad: ¿Circuló el libro entre varias iglesias?
    1. Menos importante, pero se considera también como criterio, fue si un libro circuló en varias de las iglesias existentes de la época. Este criterio fue conocido como universalidad. Esto ayudaría a los líderes de las iglesias a conocer dónde se originó el Evangelio o la carta para así trazar sus raíces y determinar si el libor era apostólico.
Mito # 2: Los Evangelio Perdidos enseñan que Jesús era sólo un hombre.
En realidad, muchos de los “evangelios perdidos” o “evangelios gnósticos” enseñan que Jesús era Dios, pero no un hombre. Esta herejía conocida como Docetismo, era frecuente en el 2º siglo, pero posiblemente ya se estaba gestando desde el 1º siglo. De hecho, el conocido Evangelio de Tomás enseña que Jesús es un maestro divino, pero es muy dudoso que enseñe incluso si Jesús es humano. Muchos de los evangelios de la infancia, como el Evangelio de la Infancia de Tomás, etc., fueron escritos para explicar cómo Jesús no era básicamente humano al describir a un niño Jesús llevando a cabo milagros.

Mito # 3: Los Evangelios Perdidos son anteriores a los Evangelios del Nuevo Testamento y/o las Epístolas.
Hoy día, la gran mayoría de los eruditos de la crítica, argumentan que los Evangelios del Nuevo Testamento son anteriores a todos los otros “evangelios perdidos” en su forma actual. De otro lado, algunos eruditos argumentan que puede existir uno o dos dichos en el Evangelio de Tomás o en el Evangelio de la Verdad, etc., que podría fecharse al 1º siglo, y posiblemente aún hasta el tiempo de Jesús. Sin embargo, la mayoría de estos eruditos ven estos Evangelios como adornos finales de las historias en los Evangelios. Por ejemplo, vea cómo los Evangelios de la infancia de Jesús adornan las historias de Su infancia y cómo el Evangelio de Pedro adorna los registros de la resurrección de Jesús (Ver: ¿Pertenece el Evangelio de Pedro al Nuevo Testamento?).

Mito # 4: La Iglesia Temprana sólo recogió esos Evangelios que estaban de acuerdo con sus creencias teológicas.
Es cierto que la Iglesia Temprana permitió ciertos libros en el canon porque los mismos estaban de acuerdo con sus creencias. Sin embargo, sus creencias estaban basadas en una lista indiscutible de libros del Nuevo Testamento tales como los cuatro Evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) y las cartas principales de Pablo (Romanos, 1ª y 2ª Corintios, Gálatas, Filipenses y 1ª Tesalonicenses). La Iglesia Temprana no fue arbitraria al tomar estas decisiones, sino que tuvo en consideración los tres criterios mencionados anteriormente: apostolado, consistencia y universalidad.

Mito # 5: El Concilio de Nicea (325 d. C.) determinó cuáles libros deberían estar en el Nuevo Testamento.
El Concilio de Nicea no trató con preguntas canónicas o preguntas relacionadas acerca de cuáles libros deberían pertenecer al Nuevo Testamento. Más bien, trató con una herejía conocida como el Arrianismo —sostenida por los Testigos de Jehová y el Cristadelfianismo— la cual enseña que Jesús era un hombre pero no Dios. La lista final de los 27 libros que conforman el Nuevo Testamento procedían en realidad del Obispo Atanasio en el 367 d. C. Sin embargo, la mayoría de los libros en el Nuevo Testamento ya eran aceptados y usados por varias iglesias antes de esto. De hecho, el Obispo Ireneo escribió alrededor del 180 d. C. acerca de los cuatro Evangelios al ser comparados con las cuatro direcciones del viento. Otros escritores del 2º siglo también estaban usando ampliamente los escritos del Nuevo Testamento quienes se incluían entre otros: Ignacio, Policarpo, Justino Mártir, Papías y Atenágoras.1
Fuentes
  • J. Ed Komoszewski, M. James Sawyer, y Daniel B. Wallace, “Reinventando a Jesús: Lo que el Código de Da Vinci y Otras Novelas Especulativas No le Dicen”, (“Reinventing Jesus: What the Davinci Code and Other Novel Speculations Don't Tell You”), Grand Rapids: Kregel, 2006.

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